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Por ello se sumó al programa “El Parque es Mío”, realizado por Parques Alegres IAP, y Nacional Monte de Piedad, que se impartió en el parque Antonio Nakayama y la unidad deportiva Manuel J. Clouthier. A las primeras clases asistieron dos, tres, cinco niños; pronto sumó 11, y luego duplicó esa cantidad cuando se corrió la voz acerca del Club de tareas. “Los niños me decían que en la escuela eran los más adelantados. Los maestros se sorprendían al ver que ya sabían hacer algunas operaciones que antes. Se les dificultaban”, indica la docente.
María Elena, Dana y María José viven en los alrededores del parque Antonio Nakayama. Las niñas de 8 y 9 años visitaban regularmente el parque, y tomaron los cursos de manualidades y pintura, pero el que más las atrajo fue el Club de tareas de la maestra Tomasa, así que decidieron participar, sin saber que con esto lograrían adelantarse a la escuela.
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“Aquí debajo de los árboles, aprendí a leer mejor. También confundía algunos números y aprendí a sumar, restar y multiplicar bien. La maestra Tomasa fue muy paciente, hacía que aprendiéramos y se nos hacía muy fácil”, comenta María Elena, quien, además de destacar en clase, fue invitada a organizar la ceremonia de honores a la bandera en la escuela, pues demostró más habilidades en diversas asignaturas.
Dana Ramírez y su hermana María José supieron del Club de Tareas por su abuela, quien a su vez escuchó del programa a través de vecinos; todos hablaban de la mejoría que mostraban las y los niños en la escuela, y querían aprovechar la oportunidad.
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“Antes no sabía dibujar ni pintar. En el club de Tareas la maestra Tomasita me recibió con mucha paciencia. Me enseñó bien a sumar, restar y multiplicar; nos explicaba muy claro, no nos regañaba. Si uno ya sabía qué hacer, solo lo hacía y la maestra después lo revisaba. Antes no entendía la escuela, ahora se me hace más fácil. Yo creo que también el parque me ayudó a aprender diferente”, expresa y convoca a más docentes a enseñar a las y los niños en los parques.
“En el parque aprendí., cuando la maestra Tomasita llegaba al parque, yo ya estaba esperándola. La ayudábamos a instalarse debajo del árbol, la ayudábamos a cargar su material, luego nos acomodábamos. Éramos muchos niños y niñas”.
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“Aprender en el parque es diferente, porque es al aire libre. En la escuela a veces nos ayuda y a veces no, aquí la maestra Tomasita siempre nos ayudaba. Por ejemplo, yo no sabía multiplicar y ella me enseñó que primero tenía que escribir las tablas de multiplicar y así iba a aprender más fácil”.
Las clases, indica, eran divertidas. El maestro explicaba tocando y cantando canciones como “Busca Amor”, lo que lo motivó a aprender más.
“Me gustaría algún día componer mis propias canciones. Ahora todos me felicitan, me dicen que podría tener mi propio grupo, y hasta dar clases de guitarra y hasta aprender a tocar un nuevo instrumento”.
“Vengo al parque para ver si volverán a dar el taller de guitarra. Nosotros también queremos aprender. Entré al curso, pero me salí, luego vi que un muy amigo mío, que sí terminó el curso aprendió mucho. Le dije a mi mamá, y sigo esperando a que vuelvan las clases”, comenta Matías, cuyo plan es algún día componer canciones de amor o algún corrido de Sinaloa.
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Miguel Ángel Bastidas, de 11 años, desea no solo que regresen los cursos, sino que además que se integre la enseñanza de nuevos instrumentos. “A mí me gustaría aprender a tocar el acordeón y después, tal vez pongamos un grupo juntos (con Jesús y Matías)”.Conoce más de la niñez y los espacios públicos